ero como somos así de raros y frikis no vamos a hablar de los típicos coches legendarios que ya todos conocemos como el Lancia Delta, Mitsubishi Evo, Lancia Stratos, Subaru Impreza, Renault 5 Turbo, etc, etc… sino que nos centraremos en tres automóviles realmente singulares, poco conocidos por el gran público pero interesantísimos y muy curiosos, con el aliciente además de que dos de ellos están realizados en nuestro país. Y sin más rodeos vamos a comenzar ya este repaso precisamente con uno de estos productos nacionales, el original Seat Ibiza Bimotor.
SEAT IBIZA BIMOTOR
Con este panorama creo que sobra mencionar que los poderosos “Grupo B” dominaron con mano de hierro el campeonato durante el tiempo que estuvieron presentes, con nada menos que 4 campeonatos consecutivos conseguidos por el Lancia Delta S4 conducido por Juan Carlos Oñoro primero y Gustavo Trelles después, y contando además con la participación de un joven Carlos Sainz dando guerra con el Ford RS200, de Guillermo Barreras con el Renault 5 Maxi Turbo 4X4, del mítico Zanini con un Citroën Visa 4X4 o del Audi Quattro A2 pilotado por Ignacio Sunsundegui y Claudio Aldecoa entre otros.
Entre toda esta legión de supercoches que participaban en el campeonato de rallys de tierra aparece nuestro protagonista, que ante el nivel que mostraban sus competidores tuvo que tirar de ingenio y artesanía para intentar ponerse a su altura.
Hay que comenzar señalando que el artífice de este curioso Ibiza fue el piloto José María Serviá, al que se le ocurrió la idea después de ver correr en Francia a un VW Golf con dos motores. Aunque en principio todo comenzó como un proyecto artesanal realizado de forma privada entre el propio piloto y su mecánico de confianza Valentín, posteriormente se unió a la causa la división de competición de Seat (Seat Sport) con Vicente Aguilera a la cabeza, dando así un carácter más, digamos que, “oficial” o profesional a este Ibiza.
Dado que este utilitario no destacaba precisamente por sus potentes motores ni tenía la opción de equiparse con tracción total se les ocurrió la idea del bimotor: instalando otro motor en la parte posterior conseguimos doblar la potencia y además ya tenemos un 4X4, con el motor delantero mandando el par a las ruedas anteriores y el motor trasero a las posteriores… sencillo ¿no? Pues a priori si parece una idea ingeniosa y sencilla pero como veremos más adelante las dificultades para llevarla a la práctica fueron enormes…
Comenzando por el principio, la base de este prototipo fue la del Seat Ibiza con el famoso motor 1.5 “System Porsche”, que como todos sabemos está ubicado en el vano frontal de forma transversal. De serie rendía una potencia de 85 cv por lo que se modificó en numerosos aspectos para conseguir un rendimiento más elevado. De esta forma se le dotó de dos carburadores de doble cuerpo Webber de 40 mm, un árbol de levas de competición con más cruce o una relación de compresión aumentada hasta los 11:1, consiguiendo llegar con estas modificaciones hasta unos 125 cv, aunque como el coche disponía de dos propulsores idénticos la potencia total, obtenida de la suma de ambos, sería de unos 250 cv. Pero lo que de verdad fue todo un quebradero de cabeza y un reto de ingeniería fue precisamente la adaptación del segundo motor (que también se ubicaba de forma transversal).
Para empezar, “meter” un motor en un espacio que no ha sido diseñado para ello como es el maletero y que funcione es casi imposible por las limitaciones propias del diseño del chasis, por lo que se tuvo que adaptar el vano delantero a la parte posterior del vehículo, es decir, este peculiar Ibiza contaba con dos secciones frontales del chasis, o, lo que es lo mismo, dos partes delanteras unidas. Gracias a esto las suspensiones también se vieron favorecidas ya que se sustituyó el eje rígido con ballesta del eje trasero por el mucho más efectivo y moderno sistema McPherson con que contaba el eje delantero. La cosa no acaba aquí ya que el motor trasero contaba con su propia caja de cambios y lógicamente su propio embrague, con la particularidad de que, como es lógico, sólo había una palanca de cambios y un pedal de embrague para ambas cajas (y evidentemente un solo acelerador para los dos motores)… por lo que es de suponer que el trabajo de sincronizar ambos motores y de realizar el varillaje de las cajas de cambio para que todo este sistema funcionase fue de locura y supuso interminables horas de trabajo. Como ya comentamos anteriormente, el proyecto de un coche bimotor podía sonar bien y parecer una gran idea pero lograr que todo aquello funcionase correctamente y fuese fiable ya es otro cantar…
Las cajas de cambio que se montaron eran de 5 velocidades con relación cerrada y grupo corto, equipando además en ambos ejes un diferencial autoblocante tarado al 30 % para minimizar las pérdidas de tracción en la tierra. Con todo esto obviamente se conseguía un coche de tracción total pero, todo hay que decirlo, a costa de una complejidad mecánica tremenda.
Otras características mecánicas del Ibiza dignas de destacar son los frenos de disco en las cuatro ruedas (ventilados y con pinzas de doble pistón los delanteros), la carrocería reforzada con un arco de seguridad y los refuerzos adicionales necesarios para soportar la dureza de los tramos de tierra, la ya mencionada suspensión independiente de tipo McPherson con triángulo inferior en los dos ejes, la dirección de cremallera sin asistencia o el empleo de unos neumáticos Michelin específicos para tierra sobre llantas Braid de 15 pulgadas. El peso total rondaba unos escasos 1.000 kgs por lo que las prestaciones, según se dice, eran bastante buenas, destacando las personas que lo han podido conducir una gran capacidad de empuje, a lo que hay que añadir además unos bajos y medios muy aprovechables.
En lo referente a la conducción, parece ser que ésta era bastante dura y complicada. Se comenta que este Ibiza Bimotor era un coche delicado cuando se exprimía a fondo, con bastante tendencia a irse de atrás por culpa del peso extra del motor posterior, y muy físico y cansado de conducir, con unos mandos muy duros (embrague y cambio de marchas especialmente) a los que se suma su dirección sin asistencia que requería de mucha fuerza en los giros. Si a todo esto le sumamos el enorme calor que solía hacer dentro del habitáculo por culpa del motor extra no es de extrañar que los pilotos que se pusieron a sus mandos cuenten que con frecuencia acababan los tramos agotados. Asimismo, el lograr una buena puesta a punto (algo complicado ya de por si en cualquier coche de competición) era también muy complejo dadas las peculiares características técnicas de este particular Ibiza. Precisamente una de estas peculiaridades es que, según se cuenta, y debido a las inercias en aceleración, el motor delantero trabajaba entre 1.500 y 2.000 rpm por encima del trasero, lo que complicaba aún más la conducción y además le proporcionaba un característico sonido “en estéreo” fruto de este desacompasamiento.
Aún con todos estos inconvenientes, no se puede decir que el Bimotor fuese precisamente un fracaso, ya que logró un palmarés yo diría que brillante dada su concepción artesanal y los pocos medios con los que contó para su desarrollo. Consultando la hemeroteca podemos descubrir que llegó a ser subcampeón de España de rallys de tierra en 1986 y 1987 y tercero en el año 1988, llegando a lograr una victoria absoluta en una prueba. Sinceramente, me parece que no está nada mal teniendo en cuenta también el nivel de sus rivales…
Si os ha gustado esta historia no os perdáis la próxima entrega porque conoceremos a un híbrido italo-polaco igualmente sorprendente…