En 1910 se fundó en Inglaterra la Bristol Aeroplane Company, una empresa que sería la forma de llevar a cabo los sueños aéreos de Sir George White, un famoso empresario que fue el primero en introducir los trenes eléctricos en el Reino Unido, primero en 1898 en Bristol, y en Londres en 1901.
Como compañía fabricante de aeroplanos Bristol fue la primera en estar organizada de manera industrial, logrando grandes éxitos en el campo de la aviación, y sobre todo el reconocimiento mundial por la calidad de sus productos en ambas Guerras Mundiales. Para ver la magnitud de la empresa, se debe saber que en 1944 llegó a emplear a 70.000 personas, ahí queda eso…
Tras la Segunda Guerra Mundial la Compañía decidió utilizar parte de su capacidad de ingeniería en la producción y fabricación de automóviles para mantener los niveles de empleo. Incluso se planteó la posibilidad de comprar una compañía ya existente, como Alvis, Aston Martin, Lagonda, ERA o Lea Francis.
Finalmente D.A. Aldington, director de Frazer Nash y George White Jr. de la propia Bristol llegaron a un acuerdo, partir en su primer vehículo de producción del Frazer Nash BMW de antes de la guerra mejorándolo en lo posible (Frazer se había quedado hasta con los ingenieros de BMW tras la Guerra Mundial). Gracias a su avanzada ingeniería, el gigante de la aviación sobrepasó todas las expectativas puestas en él a la hora de fabricar un coche y comenzó lanzando modelos de una calidad altísima.
El primer modelo Bristol de automóvil fue el tipo 400, cuyo primer prototipo fue construido en 1946. Este modelo fue lanzado en 1947 como versión inglesa del BMW de antes de la Guerra, tomando para ello los mejores elementos de BMW, como el chasis del 326, la carrocería del 327 y el motor del 328 (motor Filton de BMW). El tipo 400 Saloon de 2 litros, pronto fue sustituido por el tipo 401, del que derivaron posteriormente el 402 Drophead Coupe y el 403 Saloon.
Como podéis ver en la foto, eran coches modernos, bonitos, potentes y con un buen motor en cuanto a su probada fiabilidad. La cosa empezaba bien para Bristol, ganándose una merecida fama de producto de calidad.