INTRODUCCIÓN
En 1945 finaliza la II Guerra Mundial y el panorama que nos encontramos es que prácticamente toda Europa está devastada y arruinada, tanto el bando de los vencidos (Alemania e Italia básicamente) como el de los vencedores (Inglaterra o Francia entre otros). Fueron años de pobreza, reconstrucción y escasez en todo el continente, y salvo para las dos superpotencias que se crearon a raíz del conflicto, URSS y especialmente EEUU, todos los demás países participantes sufrieron una posguerra terrible. En España, aunque no participamos directamente en la contienda, estábamos recién salidos de la Guerra Civil, por lo que nuestra situación era igualmente penosa.
Este pequeño repaso de historia nos sirve para entender el contexto y la función de los microcoches. Éstos aparecieron en esta asolada Europa como solución ingeniosa a todas estas penalidades, y fueron una respuesta inteligente de la industria a las necesidades de movilidad en época de escasez de recursos, materias primas y carburantes, ni más ni menos…
En la década de los 50 comienza la recuperación económica de Europa y empieza a surgir una cierta demanda de vehículos a motor económicos que tiene en las motocicletas de pequeña cilindrada su primer beneficiario. Éstas tienen las limitaciones que todos conocemos respecto a un automóvil, por lo que también comienzan a surgir estos pequeños “minicoches” como alternativa, contando además con la ventaja de su economía de uso y de su manejabilidad en las cada vez más grandes y congestionadas ciudades.
Precisamente durante esta década y la siguiente asistimos a la “edad de oro” de estos pequeños artefactos, que van cayendo posteriormente poco a poco en el olvido, víctimas sobretodo de la prosperidad económica que experimenta nuestro continente y del abaratamiento de materias primas y combustibles. Los vehículos van creciendo al desaparecer las limitaciones y aparecen autos como el Mini o los Fiat 500 y 600 que, aunque seguían siendo de pequeño tamaño, ya se les puede considerar como verdaderos automóviles, y son los que acaban por dar la puntilla a nuestros protagonistas hasta hacer que desaparezcan todos ellos del mercado. De todos modos, como veremos con las cifras de ventas que tuvieron, nunca llegaron a triunfar del todo entre el gran público, por lo que podemos considerarlos como una curiosa alternativa de movilidad que realmente no pasó de lo anecdótico.
En esta primera parte del reportaje vamos a repasar algunos de los microcoches más representativos que se fabricaron en Europa, centrándonos en la segunda en los modelos que surcaron las carreteras españolas. Comencemos el repaso…
De fabricación alemana y famoso por su diseño simétrico. Efectivamente, su característica más comentada era que las partes delantera y trasera son prácticamente iguales y sólo se distinguen por los faros, hasta el punto de que sus dos ocupantes traseros (era de los pocos que podía acoger a 4 pasajeros) van sentados mirando hacia atrás y disponen de una puerta idéntica a la que nos encontramos en las plazas delanteras. Equipaba un motor de moto de 1 cilindro y 2T que cubicaba 250 cc con la particularidad de que, al igual que en los mejores superdeportivos actuales, estaba situado en posición central. Gracias a este detalle y a su suspensión independiente a las 4 ruedas, el comportamiento en carretera era sorprendentemente correcto… siempre que el peso estuviera bien repartido, aunque por contra el ruido dentro del habitáculo era bastante alto. Su peso era de únicamente 425 Kgs. y su longitud no llegaba por poco a los 3 metros. El confuso diseño de este vehículo fue obra de Claudio Dornier, estuvo a la venta a finales de los años 50 y la producción final, que fue de unos 6.900 ejemplares, se vio penalizada por el relativo alto precio (unos 3.300 Marcos de la época), que era poco inferior al de un “coche de verdad”.
Ya por último, apuntar que en 2013 se subastó un ejemplar de 1958 en estado de colección que alcanzó un precio de casi 52.000 Dólares.
Messerschmitt era en realidad una empresa aeronáutica alemana que incluso fabricó cazabombarderos durante la II Guerra Mundial. Al terminar ésta, los aliados prohibieron la producción de aviones a Alemania, por lo que optaron como salida de emergencia a dedicarse a los coches. Aunque fabricaron más modelos, como el KR175 y el KR200, su modelo cumbre fue el TG500 Tiger, ya bajo la marca FMR. Lo más llamativo del Tiger era su cúpula de plexiglás, sus dos plazas en tándem y su mando en vez de volante, soluciones tomadas obviamente del mundo aeronáutico. A diferencia de sus dos modelos antes mencionados, éste contaba con 4 ruedas en vez de 3. Incorporaba un motor V2 de 500 cc y 2 tiempos que rendía 19 CV y le permitía alcanzar unos excelentes 125 Kms/h con un consumo medio de unos 3 l/100 kms. Fritz Fend fue el diseñador de este curioso artefacto que estuvo a la venta a finales de los años 50 y principios de los 60 por un precio de unos 3.600 DM que, al igual que el caso anterior, resultaba quizá excesivo para el cochecito ofrecido y explica una pequeña producción que rondó únicamente las 300 unidades (hoy en día su precio es estratosférico y para muestra los 320.000 dólares que alcanzó una unidad en una subasta reciente). Para hacernos una idea de su tamaño hay que comentar que su longitud era de 3 metros y su peso de unos 390 Kgs.
Como anécdota, comentar que hubo planes de fabricar bajo licencia en España, concretamente en Vizcaya, el modelo KR200 a mediados de la década de los 50, aunque finalmente el proyecto se fue al traste y no se llegó a producir ninguna unidad. Una pena…