El resultado definitivo es presentado al público en forma de concept car por primera vez en el Salón de Detroit de 1993 y, aunque su imagen atrae un gran interés, todos piensan que se trata del típico “car show” creado para llamar la atención y que es poco menos que imposible que un automóvil tan atrevido llegue algún día al mercado. Al año siguiente vuelve a aparecer en el citado Salón tras sufrir alguna pequeña modificación y se repite la misma excelente acogida, por lo que los directivos de la firma comienzan a plantearse en serio su comercialización y dan orden de fabricar un primer prototipo funcional y realizar un estudio sobre su posible viabilidad. Posteriormente, los máximos mandatarios de la marca, con el presidente Bob Eaton a la cabeza, prueban este prototipo y quedan encantados con el coche (tanto le gustó al Sr. Eaton que la primera unidad que salió de la cadena de montaje se la quedó él) por lo que deciden dar luz verde a su salida al mercado, anunciándose oficialmente la noticia en el Salón de Detroit de 1996.
Tras el típico periodo destinado a realizar diversas pruebas y la puesta a punto necesaria, el Prowler sale a la venta finalmente en 1997 y aunque su venta se interrumpió durante el año siguiente, en 1999 se reanuda hasta el año 2002 que es cuando definitivamente cesa su producción. Hay que añadir que la marca Plymouth desaparece en el año 2000 (en ese periodo estaba bajo la órbita del grupo DaimlerChrysler) por lo que a partir de esa fecha el Prowler se comercializa bajo la firma Chrysler. Esto significa que este roadster lo podemos encontrar bajo ambas marcas, siendo el vehículo exactamente igual y cambiando únicamente por tanto tan sólo la insignia. Como dato apuntar que la producción total fue de 11.702 unidades, llevando 8.532 el emblema de Plymouth y 3.170 el de Chrysler. También hay que mencionar que, aunque la carrocería se producía en una factoría de Ohio, el ensamblaje, como no podía ser de otra forma, se realizaba en “la meca del automóvil norteamericano”, u séase Detroit, siendo en un alto porcentaje realizado de forma artesanal y compartiendo además planta con otro mito como el Dodge Viper.
Para la construcción del Prowler se utilizó el aluminio en multitud de elementos como el chasis, la carrocería o diversos componentes de la suspensión con el fin de lograr la máxima ligereza posible (el peso ronda los 1.300 kgs), así como procesos y tecnologías novedosos en la fabricación que consiguen que, aunque el aspecto del vehículo tenga reminiscencias del pasado, podamos afirmar que por concepción y fabricación estamos ante un producto totalmente moderno.
Como ya hemos adelantamos anteriormente, el Prowler equipó siempre el mismo motor aunque con diferentes niveles de rendimiento. Estamos por tanto ante un V6 a 60 grados que cuenta con 3.518 cc de cilindrada, inyección electrónica multipunto y 4 válvulas por cilindro, y que se tomaba prestado en primera instancia de la berlina Chrysler Vision. Éste rendía 214 cv a 5.800 rpm, pero a partir de 1999 se vio sustituido por una nueva versión mejorada (estaba ya construido totalmente en aluminio) que alcanzaba los 253 cv a 6.400 rpm. Esta nueva versión también era compartida con varios vehículos más del grupo, ya que aparte de en nuestro protagonista se empleaba en la berlina Chrysler 300M o en los Dodge Charger y Challenger SE entre otros. Las prestaciones que lograba el Prowler con este V6 no se puede decir que fueran algo digno de destacar ya que el 0 a 100 lo cubría en unos 8 segundos y la velocidad máxima rondaba los 210 kms/h, cifras por tanto bastante discretas y al alcance de casi cualquier compacto normalito de hoy en día. Este aspecto fue sin duda uno de los más criticados por algunos sectores, que veían como algo imperdonable el que no se le hubiese instalado uno de esos enormes V8 rebosantes de potencia y par con el que poder quemar rueda a la salida de los semáforos. Yo personalmente no estoy de acuerdo con estos reproches, ya que considero que un automóvil de este tipo no es para “ir de rally” por una carretera de montaña ni a 240 por una autopista. Pienso más bien que en este tipo de concepto las prestaciones puras quedan relegadas a un plano secundario y no importa tanto el llegar rápido como el disfrutar del trayecto y, sobretodo, ser el centro de atención de todas las miradas allá por donde pases, que en resumidas cuentas es la verdadera razón de ser de este roadster.
Otras características técnicas dignas de destacar son su disposición mecánica clásica de motor delantero longitudinal y tracción trasera, las suspensiones independientes (delantera de paralelogramo deformable con doble triángulo de tipo “push rod” y trasera de tipo multibrazo), los frenos de disco ventilados en las 4 ruedas sin posibilidad de instalar ABS en las primeras unidades (otro punto bastante criticado también), y por último una espectacular monta de ruedas de 225/45 R17 delante y nada menos que 295/40 R20 detrás que juegan un papel importante en la imagen tan radical que luce el Prowler y que contribuyen a darle ese perfil en forma de cuña tan característico.
Pasando ahora al interior, dada su condición de roadster el Prowler es un biplaza que, aunque sigue conservando un cierto grado de originalidad, no resulta tan llamativo como su exterior. Está bien rematado y luce un buen aspecto pero no hay duda de que resulta más convencional que el resto del coche. Es curiosa la disposición de la instrumentación (por cierto bastante completa), con el cuentarrevoluciones enfrente del conductor pero con el resto de indicadores situados en el centro del salpicadero, y resulta destacado el completo equipamiento de serie que cuenta con unos bonitos asientos de cuero, doble airbag, elevalunas y espejos eléctricos, aire acondicionado, ordenador de a bordo, control de crucero con mandos en el volante o un equipo de sonido dotado con cargador de 6 CD´s y varios altavoces distribuidos por el interior. La capota por su parte es de lona y de accionamiento manual y el maletero es tan diminuto que apenas cabe una pequeña maleta de mano, razón por la cual existía la posibilidad de adquirir como opción un remolque con una imagen idéntica a la trasera del coche que permitía poder llevar un mínimo de equipaje. Como curiosidad, apuntar que algo más del 10 % de las unidades totales vendidas contaban con este accesorio, conocido en EEUU como “trailer”, y que su precio era de unos 5.000 dolares.
Está claro que este vehículo no es el indicado para personas discretas o a las que les guste pasar desapercibido porque si le sumamos a su ostentoso diseño lo poco visto que está en nuestro país el resultado es que vamos a ser el centro de atención allá por donde vayamos. Hacerse con uno hoy en día resulta complicado principalmente por las escasísimas unidades que hay disponibles, y revisando las principales webs de vehículos de ocasión sólo he logrado encontrar 6 ejemplares a la venta, que pueden ser unos 10-12 si ampliamos la búsqueda a todo el continente europeo. Evidentemente su gran mercado son los Estados Unidos, pero adquirir allí uno e importarlo ya implica una complicación bastante notable por todo el proceso que hay que llevar a cabo. Otro dato reseñable es su alta cotización ya que la media anda entre los 45.000 y los 50.000 euros (hay alguna unidad en países como Italia o Bélgica por algo menos de 40.000), cosa que no es de extrañar si tenemos en cuenta el carácter exclusivo del Prowler y que su precio en EEUU era de unos 40.000 dólares en el año 1999. Como dato anecdótico señalar que una de esas 6 unidades que están actualmente a la venta en nuestro país (curiosamente la más barata) pertenece a nuestros amigos de M&M Clásicos, y si echáis un vistazo a su web podréis ver el anuncio de este Prowler del 2001 de color gris que está a la venta por un precio de 39.000 euros.
Por otra parte, todos presentan a priori un aspecto impecable, su antigüedad se mueve siempre entre los 13 y los 15 años, y sus kilometrajes son tan bajos que ninguno llega siquiera a los 50.000 kms, lo que nos da a entender que tan sólo se han utilizado para pequeños paseos y que a poco que se hayan cuidado estaremos comprando un coche en un estado casi como nuevo.