Desde el principio de los tiempos un automóvil se caracteriza por, entre otras cosas, tener 4 ruedas. Si el funcionamiento siempre ha sido satisfactorio… ¿Por qué entonces complicarse la vida con inventos extraños? Tan sólo unos pocos osados fabricantes han intentando a lo largo de los años cambiar esta “verdad absoluta” con sus propuestas de 3 ruedas, y aunque sería interesante hablar en profundidad de todas estas extravagancias que han aparecido a lo largo de la historia, en esta ocasión nos vamos a centrar en uno en concreto: El Reliant Robin.
La marca responsable de este triciclo, Reliant Motor Company, fue fundada en el año 1935 por T.L. Williams y su vida se prolonga hasta el 2002 cuando cesa la producción de vehículos. Se trata de una marca británica cuya sede estuvo en la localidad de Tamworth, situada en el centro de Inglaterra.
Principalmente es conocida por nuestro protagonista de 3 ruedas, pero a lo largo de su historia también produjo algunos automóviles “convencionales” (entendiendo como tal a vehículos de 4 ruedas) como el pequeño Reliant Kitten (comercializado entre 1975 y 1982), el deportivo Reliant Sabre (desarrollado en colaboración con una empresa automovilística ¡israelí! y vendido entre 1961 y 1963), o el coupé Reliant Scimitar (que estuvo en el mercado entre 1964 y 1986 con diferentes versiones). Otro Reliant bastante famoso (aunque en este caso su origen es la absorción en 1969 de la compañía Bond Cars) es el deportivo de 3 ruedas Bond Bug. Se fabricó entre 1970 y 1974 y su base mecánica era muy similar a la del Reliant Regal, incluyendo su motor de 700 cc. Si eres aficionado al programa de TV “Joyas sobre ruedas” quizá recuerdes que este estrafalario triciclo naranja fue protagonista de un capítulo.
Centrándonos en el protagonista del artículo, hay que comenzar explicando que existieron 3 modelos diferentes de triciclos, aunque todos con una base semejante: Regal, Robin y Rialto.
El Regal fue el primero en aparecer. Nace a partir del triciclo de carga Regent, al que se le hacen las pertinentes transformaciones para transformarlo en un turismo de 4 plazas, y estuvo en el mercado entre 1953 y 1973, momento en que es sustituido por el Robin. Diseñado por Ogle Design, éste se vendió entre 1973 y 2001 y es el modelo más conocido, hasta el punto de ser frecuente designar erróneamente con este nombre a todos ellos. El Rialto fue puesto a la venta en 1981, en principio como sustituto del Robin, si bien se dejó de fabricar en 1998 mientras que su mencionado antecesor continuó en el mercado.
Todos ellos compartían una base mecánica muy similar, la característica carrocería fabricada en fibra de vidrio (por lo que no estaban afectados por la odiosa corrosión), y diferentes configuraciones disponibles: berlina, break (carrocería familiar) y van (furgoneta). Otra característica muy importante en los tres era su bajo peso (rondaba los 450 kgs.) necesario también para su consideración como motocicleta.
Hasta el año 1975 equipó un diminuto motor de 4 cilindros y 750 cc con 32 CV. Como podréis imaginar las prestaciones eran bastante discretas, alcanzando una velocidad máxima de unos 125 kms/h. Posteriormente, y aunque seguramente no le hacía ninguna falta más potencia dada su precaria estabilidad, se decide montar un motor más capaz de 850 cc y 40 CV con el que alcanza ya una velocidad máxima (posiblemente temeraria) de 140 kms/h. Este nuevo propulsor era más moderno y refinado que el precedente, consiguiendo además mejores consumos. En este aspecto el Robin era todo un fuera de serie, ya que gracias a su pequeño motor y bajísimo peso conseguía unos consumos realmente excelentes (unos 3,5 l/100 kms. circulando a 90 kms/h).
Mecánicamente el Robin era un coche muy simple, con suspensiones muy básicas (muelle delante y ballestas detrás), frenos de tambor, una exótica dirección de tipo “worm and peg”, y unas diminutas ruedas de 10 pulgadas. La conducción tenía sus peculiaridades, la principal era intentar mantener las 3 ruedas en contacto con el suelo, cosa por otra parte nada sencilla… El truco era evitar en lo posible las curvas, y llegadas éstas tomarlas a poca velocidad y con una trazada limpia y lo más recta posible. Cualquier volantazo brusco podía traer como consecuencia el temido vuelco, y como solución ingeniosa para evitarlo en lo posible, los propietarios solían colocar un lastre en el asiento del acompañante cuando circulaban solos para compensar de esta manera el precario reparto de pesos. Lo bueno del asunto es que bastaban un par de personas para volver a ponerlo de pie, por tanto un pequeño empujón y si no había daños graves a seguir…
Evidentemente todo era muy sencillo y los lujos brillaban por su ausencia, y aunque con el paso de los años y las sucesivas mejoras que se fueron incorporando el equipamiento y la apariencia mejoraron, nunca pasó de tener lo más básico, es decir, los elementos imprescindibles para la conducción y poco más.
Al igual que ocurría con el Wartburg 353 del que hablamos en el pasado, si analizamos este triciclo con frialdad nos daremos cuenta de que es un completo desastre (y casi que un peligro público), y si bien es verdad que tenía sus ventajas, sus inconvenientes las superaban con creces. Y aunque es cierto que durante una época fue un vehículo muy popular en Inglaterra con unas ventas nada desdeñables, no es menos cierto que siempre fue tomado un poco a broma, llegando a ser usado por el conocido humorista Mr. Bean en algún sketch (siempre claro está con motivo de chiste). Eso por no hablar del divertido ensañamiento hacia él del trío protagonista de “Top Gear” en el reportaje que le dedicaron…(podéis verlo en nuestra nueva sección de Vídeos, en el que pondremos vídeos relacionados con cada artículo).
Aparte de todo esto, parte de su fama le viene también de su participación en conocidas series inglesas como “Only Fools and Horses” en forma de furgoneta amarilla, o en la película de dibujos animados “Cars 2” en donde aparece un personaje que es una versión del Robin.
Si exceptuamos su ansia permanente de matar al conductor a base de vuelcos, y como sucedía con el mencionado coche alemán, el pequeño Robin destila un encanto especial. El encanto de lo diferente. Es cierto que es horrible y extravagante a más no poder, pero despierta una simpatía y una curiosidad que otros muchos “coches invisibles” ya quisieran, y yo por mi parte me alegro de que, más allá del resultado final, existan vehículos que aporten un soplo de aire fresco al, últimamente sobretodo, bastante convencional y aburrido mundo del automóvil. Recordemos además que actualmente en Inglaterra tiene una legión de fans con sus propios clubs de propietarios que realizan frecuentes concentraciones a lo largo de todo el país.