Por supuesto la noticia del hallazgo fue todo un bombazo por el misterio y la curiosidad que despertó y acaparó además grandes titulares de la prensa local, algo que atrajo a una multitud de personas interesadas en el Dino y en su posible adquisición.
Ahondando en los detalles, se cuenta que los “enterradores” del Dino vaciaron una piscina y, probablemente mediante unas rampas, se las ingeniaron para meterlo dentro y a continuación taparlo con tierra, pero, como su idea era seguramente desenterrarlo en un futuro, tomaron una serie de precauciones para que su conservación fuese lo mejor posible, ya que lo envolvieron en plásticos y le metieron toallas en diversas partes como los escapes para que no entrase nada y para que absorbiesen la humedad.
A pesar de que el Dino presentaba un estado bastante lamentable fruto de haber pasado 4 años bajo tierra (entre otras cosas la carrocería estaba oxidada y abollada por varios puntos y la pintura estaba completamente deteriorada), el señor Howard pensó que su restauración era posible y que estos daños, especialmente en lo referente a la oxidación, no eran tan graves como parecían ya que durante esos años la ciudad había sufrido una importante sequía y el terreno estaba bastante seco, por lo que llevó el Dino a un taller especialista para proceder a su reparación. Lo primero que se revisó fue el apartado mecánico, desmontando por completo el motor para su comprobación y descubriendo que los segmentos se habían quedado pegados, por lo que se pusieron nuevos (al igual que tres pistones que también estaban en mal estado) junto con los cojinetes de biela y bancada. Esto sumado a un esmerilado de válvulas, una bomba de agua nueva y un cambio de líquidos (aceite y anticongelante) obró el milagro, ya que una vez estuvo todo montado de nuevo el corazón de este pequeño deportivo arrancó con la misma alegría que cuando salió nuevo del concesionario. Acto seguido le tocó el turno a la maltrecha carrocería, llevándose a otro taller especializado en estos menesteres, el cual repara todos los desperfectos y vuelve a pintar por completo el coche en su color verde original. Tras solucionar otros problemas como la limpieza del interior y la colocación del emblema trasero que los ladrones habían arrancado haciendo un agujero, nuestro Dino ya estaba listo para volver a las carreteras en un excelente estado de forma.
Una curiosidad acerca de este coche es la matricula que luce en la actualidad. Su placa original era “832 LJQ”, pero su actual propietario decidió durante el proceso de restauración cambiarla por otra ciertamente original y que además resume en una sola palabra su historia: “DUG UP” (desenterrado). Una idea absolutamente genial…
Sea como fuere, el misterio nunca se aclaró del todo, pero al menos el bellísimo Dino sobrevivió a esta rocambolesca historia, a día de hoy sigue en circulación, y gracias a los avatares que sufrió puede presumir de protagonizar una de las historias más extrañas y a la vez más atractivas de la historia reciente de la automoción.