Para conocer el origen de nuestro protagonista hay que remontarse a finales de los años 90. En este periodo (concretamente en el año 1997) la marca muniquesa presentó en el Salón del Automóvil de Tokio un concept car llamado Z07, siendo éste un ejercicio de estilo que pretendía rendir además un pequeño homenaje al mítico 507 (modelo reconocido como uno de los roadsters más bellos de la historia y que tiene el privilegio de ser el automóvil fabricado por BMW más cotizado en la actualidad). Como suele suceder en estos casos, este prototipo levantó una gran expectación y recibió muy buenas críticas, por lo que la marca decidió desarrollar una variante de producción para lanzarlo al mercado: el Z8. Comparando uno y otro se aprecia que los cambios fueron muy sutiles, lo que da a entender que el Z07 se diseñó con una probable producción en mente. Otro detalle a comentar es que, a pesar de que el prototipo también contaba con una variante coupé, esta carrocería fue desestimada en el Z8, poniéndose a la venta tan sólo la versión roadster, aunque eso sí, incluyendo un práctico “hard top” de serie para sobrellevar mejor las épocas más duras del año.
El responsable de las líneas exteriores tanto del Z07 como del Z8 fue el diseñador Henrik Fisker, siendo el responsable de todo el equipo de diseño Chris Bangle. El trabajo llevado a cabo por este grupo dio como resultado un coche realmente único y especial, una mezcla perfecta entre lo moderno y lo retro que lo convirtió en un clásico instantáneo y en uno de los automóviles más extraordinarios que, al menos en mi opinión, ha creado la célebre marca alemana en toda su historia.
Añadir también que la comentada versión Alpina, en contra de lo que pudiera parecer, no convierte al Z8 en un vehículo aún más deportivo y radical sino más bien al contrario. Detalles como una potencia rebajada en 20 cv y el montaje como única opción disponible de un cambio automático Steptronic de 5 velocidades consiguen un cierto “apaciguamiento” de esta bestia y una orientación más turística. Otros detalles característicos del Alpina son unas llantas de diseño exclusivo y 20 pulgadas de diámetro y un interior con algunos elementos (volante, tapicería de cuero o presentación) diferentes.
Entrando ahora a analizar sus características técnicas, está claro que los ingenieros de BMW estaban obligados a crear un automóvil a la altura de su sobresaliente diseño exterior, por lo que optaron por tomar prestados algunos de los mejores componentes de los que disponía la marca, como por ejemplo su motor. Para este elemento tan importante en cualquier vehículo (y más en uno de este tipo) no se corrieron riesgos y se decidió montar el colosal propulsor que ya se utilizaba en la “super berlina” M5 (generación E39). Estamos ante un V8 a 90 grados con 4.941 cc de cilindrada que desarrolla la impresionante cifra de 400 cv a 6.600 rpm y un enorme par de 500 Nm a 3.800 vueltas. Su tecnología, evidentemente, está a la última, e incluye elementos como las 4 válvulas por cilindro movidas a través de un doble árbol de levas por bancada (incorporando el sistema de distribución variable “Doble Vanos” del que ya hablamos en el artículo del Z3 coupé), una elevada relación de compresión de 11:1, una avanzada gestión electrónica Bosch Motronic que incluye acelerador electrónico (drive by wire) y encendido electrónico estático integrado, colectores de admisión variables, bloque y culatas en aleación ligera… en resumen, como todos los que pasan por las manos del departamento M de BMW, un prodigio de motor. Una de las cosas que quizá más sorprendan de él, incluso más allá de las llamativas cifras totales, es la excelente curva de par que posee, manteniendo desde apenas 2.000 rpm hasta casi el corte a 7.000 cifras cercanas al 90 % del valor máximo, consiguiendo gracias a este detalle que el coche responda con gran fuerza en cualquier momento o gama de revoluciones, por lo que las aceleraciones y recuperaciones son de matrícula de honor. Asociado a este impresionante motor iba colocada una caja de cambios manual de 6 velocidades que mandaba la fuerza a (como no podía ser de otra manera) las ruedas traseras, incluyendo un diferencial autoblocante tarado al 25 % para asegurar la motricidad.
Continuando ahora con la parte ciclo, su chasis es otra maravilla de la tecnología y está realizado por completo en aluminio. Su elaboración es prácticamente artesanal y su rigidez muy alta, teniendo además el privilegio de ser el primer BMW de serie que utilizaba la técnica “SpaceFrame” (malla espacial), con una carrocería realizada a base de perfiles de aluminio extruido formando una estructura que se rellena con chapas moldeadas unidas a ésta a través de soldadura MIG. El coeficiente aerodinámico que conseguía esta bella y tecnológica carrocería era de 0,39, rondando el peso los 1.650 kgs. Es evidente que el Z8 no es un coche ligero pero al menos el reparto entre ambos ejes (dato también muy importante de cara a su comportamiento y manejabilidad) clava el idílico 50-50.
Para la amortiguación, realizada también en su mayoría en aluminio, se optó por un sistema McPherson con triángulo inferior para el eje delantero y de un multibrazo para el trasero, con unos tarados muy equilibrados entre la efectividad y la comodidad. La dirección era de cremallera con asistencia variable y 2,75 vueltas de volante, mientras que los frenos provenían directamente del 750i y se componían de discos ventilados en las cuatro ruedas, con un tamaño de 335 mm los delanteros y de 328 los traseros. Obviamente el sistema ABS era de serie. Para las ruedas se montó un equipo consistente en unas llantas de aleación de diseño exclusivo de 18 pulgadas, con unos neumáticos en medida 245/45 para el eje anterior y de 275/40 para el posterior. Añadir asimismo que en origen calzaba unos Bridgestone Potenza de tipo “run-flat” especialmente diseñados para este roadster que posibilitaban recorrer con un pinchazo una distancia de 500 kms a 80 kms/h (el equipamiento no incluía rueda de repuesto y además la instrumentación contaba con un control de presión que informaba si alguna estaba baja más de un 30 %).
Para que los menos avezados pudieran controlar mejor la enorme caballería del Z8 se incluyó también un práctico control de tracción y estabilidad DSC, que se podía desconectar por medio de un botón para que los más valientes y experimentados pudieran divertirse pilotando una bestia de 400 cv y tracción trasera.
Como siempre, dejamos para el final el análisis del mercado de ocasión para los que estén interesados en adquirir una unidad del vehículo en cuestión. En primer lugar hay que señalar que no estamos ante un automóvil “normal”, sino ante todo un capricho apto para muy pocos bolsillos del que hay pocas unidades a la venta y además a unos precios estratosféricos. Consultando varias webs de vehículos de ocasión sólo he podido encontrar dos ejemplares a la venta en nuestro país, lo que da una idea de su exclusividad. Si ampliamos la búsqueda a todo el continente ya podemos elegir entre aproximadamente medio centenar de Z8, siendo como siempre Alemania el país donde hay más abundancia.
El precio mínimo a pagar por este BMW tan especial parte actualmente de unos 180.000 euros, llegando a alcanzar cerca de los 400.000 algunas unidades del Alpina…, si bien podríamos afirmar que el precio medio se mueve entre los 200.000 y los 250.000 euros. Estamos por tanto ante un coche muy cotizado, que incluso en estos momentos (con una edad de 15-17 años) en los que se supone que está en sus valores más bajos ya se pide por él un mínimo de 50.000 euros más de lo que costaba de nuevo (incremento de casi el 40 %) . No hay que ser un genio para deducir que dentro de otros 10 o 15 años cuando ya sea un verdadero clásico seguramente estaremos hablando de unas cotizaciones mareantes… por lo que los especuladores del sector tienen aquí a un candidato que seguramente les hará ganar mucho dinero.
Lo bueno de este tipo de automóviles es que dada su condición de coche de capricho en su gran mayoría están muy poco utilizados y han sido cuidados con mimo, siendo raro que su kilometraje sobrepase los 50.000 kms y que no presenten un estado impecable de conservación.