Aparte de esta necesidad técnica, no cabe duda de que el marketing también tuvo su importancia, Renault triunfaba a principios de los 90 en la F1 de la mano de Williams y publicitar estos triunfos en un coche especial era muy tentador.
Este pequeño deportivo francés estuvo a la venta desde 1993 hasta 1996 y se puede hablar de 3 series diferentes. De la 1º serie se fabricaron 5.417 unidades en total, y es reconocible fácilmente porque es el único que porta la famosa placa de edición limitada numerada en el salpicadero. Además era el más ligero de los 3 por su escueto equipamiento (no podía equipar ni como opción elementos como el aire acondicionado, ya que no entraba en el hueco del motor, o frenos ABS).
De la 2º serie se fabricaron 5.065 unidades y comparte con el original el color (449 Sports Azul), pero ya deja de montar la placa numerada al pasar de ser una serie limitada a un vehículo de producción.
Por último, de la 3º serie se fabricaron 1.618 unidades y se diferencia de los anteriores en incorporar el techo solar y cambiar su color por el 432 Mónaco Azul (ligeramente más brillante). En ninguna de las series hubo modificaciones mecánicas de importancia.
El éxito que cosechó entre los aficionados a los coches deportivos es innegable, y la producción total de más de 12.000 unidades en contra de las 2.500 previstas es buena muestra de ello. Pero el éxito, si cabe mayor, de este modelo ha sido permanecer en el imaginario colectivo de los aficionados como uno de los mejores GTI que se han vendido, una auténtica “bomba” que se atrevía incluso a retar a deportivos del segmento superior como el VW Golf GTI 16V o el Opel Astra GSI 16V. Su utilización masiva en rallys, con notable éxito en ocasiones, también contribuyó lo suyo a darle esa imagen mítica de purasangre.
Empezando por el exterior, los Clio Williams se diferenciaban por que estaban pintados con su característico color azul, por las inevitables pegatinas con el nombre de la famosa escudería y por sus también famosas llantas Speedline doradas de 15 pulgadas. Esto es así sin excepción, no se podía elegir otro color y no había equipamiento opcional, por lo que todos los que salieron de la cadena de montaje eran iguales.
En el interior también se perciben algunos cambios, de nuevo el color azul se torna protagonista y está presente en la tapicería, cinturones de seguridad y relojes del cuadro. Los asientos por su parte los hereda del Renault 19 16V (aunque con diferente tapizado) y lucen el emblema de Williams bordado ¡cómo no! en azul.
La instrumentación por su parte era muy completa, con un cuadro añadido en donde se podía comprobar todo lo relativo al aceite: nivel, temperatura y presión.
Con respecto al motor del Clio 16V, aparte del mencionado aumento de cilindrada, se montó un cigüeñal más robusto (procedente del Renault 19 diésel), una culata mejorada y una distribución revisada con válvulas más grandes y con mayor alzada, entre otras exquisiteces.
Su carácter es bastante progresivo y enérgico, con unos bajos bastante buenos y con un tirón a partir de unas 4.000 rpm realmente destacable hasta llegar al abrupto corte de inyección a 6.500 revoluciones. Realmente el carácter deportivo del motor 2.0 es magnífico y representa una de las mejores virtudes del coche.
Aunque el consumo en un vehículo de este tipo no sea algo primordial, comentar que el Williams se podía contentar con unos 8 l/100 kms. en una conducción tranquila, pasando por unos 11 en ciudad, y llegar (o incluso superar) a los 15 si nos dejamos llevar por la deportividad del coche.
En el apartado dinámico se diferencia por la monta de componentes del Renault 19 16V en la suspensión delantera (triángulo inferior con el que se gana 34 mm de anchura), amortiguadores de tarado más duro y barras estabilizadoras más gruesas. Todo esto, unido a las llantas de 15 pulgadas con neumáticos en medida 185/55, hace que el coche tenga un comportamiento menos subvirador que el 16V y sea tan eficaz como noble.
En contra de lo que muchos pensaban, el Williams no es un potro indomable apto tan sólo para pilotos ni un ataúd con ruedas, al contrario, es un coche con un comportamiento muy bueno, equilibrado y aplomado. Es ágil y rapidísimo en las manos adecuadas, pero también asequible y estable si no practicamos una conducción racing o no somos unos expertos con el volante. No cabe duda que el chasis digiere a la perfección el aumento de potencia y se sitúa a un nivel tan bueno como el motor.
La dirección tiene asistencia hidráulica, aunque peca de ser un poco dura, y resulta rápida (2,75 vueltas) y precisa. Los frenos cuentan con discos ventilados delante y macizos detrás y tienen un excelente tacto y potencia, siendo su resistencia lo único mejorable. Como comentamos al principio, el ABS no se contempla ni como opción.
No hay duda de que el Clio Williams pasa por ser uno de los mejores y más deseados miembros del selecto club GTI. Su exclusividad y su aura de deportividad lograda en los rallys también ayudan para situarlo como uno de los más valorados por los aficionados. Ahora que ha cumplido 20 años empieza a ser valorado también como futuro clásico, y todo parece indicar que dentro de su categoría será uno de los más apreciados (por no decir el que más) y que su cotización es previsible que sea alcista.
Actualmente, su cotización mínima ya anda por unos 6000 euros para una unidad en buen estado y de serie (como siempre esto último importantísimo, y en un coche como este aún más), pudiendo llegar a unos 8.000-9.000€ para un ejemplar de la 1º serie que incorpore la plaquita numerada.
Resulta obvio que el hecho de tener una versión limitada y numerada de un vehículo le da más valor, pero si no somos coleccionistas ni buscamos una compra como inversión, las otras dos series posteriores son igualmente válidas (recordemos que el coche es exactamente el mismo) para disfrutar de un rabioso GTI los fines de semana.
A la hora de hacerse con uno conviene también tener cuidado y revisar a fondo la autenticidad del coche, ya que circulan muchos Clio 16V transformados a Williams y si no somos expertos nos pueden dar gato por liebre.