La persona decisiva para llevar adelante el desarrollo de este coche fue el ingeniero Ferdinand Piëch (nieto de Ferdinand Porsche), quien estaba al mando del centro de desarrollo de Audi y tenía además, gracias a sus lazos familiares, una relación muy cercana con la marca creada por su abuelo, marca que colaboró de forma fundamental en la creación del RS2. Fuera parte de la aportación de Piëch, las buenas relaciones existentes en aquellos momentos entre las dos marcas alemanas facilitaron también mucho las cosas y, partiendo de un simple Audi 80 Avant (plataforma B4), un equipo de ingenieros de ambas firmas trabajaron en común hasta crear una bestia capaz de poner en aprietos a los mejores deportivos de la época, Ferrari 348 y Porsche 911 incluidos. La colaboración no acabó ahí, ya que el proceso de montaje del RS2 era llevado a cabo de forma artesanal en la planta Porsche de Zuffenhausen, misma factoría de donde salieron el Mercedes 500E (un magnífico coche producto de otra fructífera colaboración) y el legendario 959. Audi además nunca ocultó que una buena parte de la excelencia lograda por este deportivo atípico se la debía a Porsche, y una muestra de ello es que el nombre de esta marca aparece en multitud de elementos del RS2, como las pinzas de frenos, las insignias que luce tanto en la parrilla delantera como en la parte posterior o el claramente visible “Powered by Porsche” estampado en el motor (salvando las distancias, caso similar al “System Porsche” de lucían los Seat).
por EDUARDO. Haz clic aquí para modificar. De los cuatro principales fabricantes “Premium” alemanes (Porsche, BMW, Mercedes y Audi) es este último el que presenta un currículum más pobre si nos centramos en la historia y el pedigrí, ya que hasta la década de los 80-principios de los 90 no comienza a destacar realmente ni con sus vehículos de calle ni en competición, siendo el famoso Quattro el modelo que supuso el punto de inflexión para la marca. La importancia de este mítico automóvil para la marca de los cuatro aros es innegable, pero tampoco se puede negar que el protagonista de este artículo supuso un antes y un después en términos de imagen y que fue importantísimo en la transformación de Audi de un fabricante anodino e incluso irrelevante a lo que es hoy. Entre sus meritos cabe destacar también que fue el pionero de un concepto nunca visto hasta entonces, el de superdeportivo de prestaciones explosivas vestido con una carrocería familiar, y el que inauguró además una saga deportiva que dura hasta nuestro días y que se conoce como “RS” (RennSport).
La persona decisiva para llevar adelante el desarrollo de este coche fue el ingeniero Ferdinand Piëch (nieto de Ferdinand Porsche), quien estaba al mando del centro de desarrollo de Audi y tenía además, gracias a sus lazos familiares, una relación muy cercana con la marca creada por su abuelo, marca que colaboró de forma fundamental en la creación del RS2. Fuera parte de la aportación de Piëch, las buenas relaciones existentes en aquellos momentos entre las dos marcas alemanas facilitaron también mucho las cosas y, partiendo de un simple Audi 80 Avant (plataforma B4), un equipo de ingenieros de ambas firmas trabajaron en común hasta crear una bestia capaz de poner en aprietos a los mejores deportivos de la época, Ferrari 348 y Porsche 911 incluidos. La colaboración no acabó ahí, ya que el proceso de montaje del RS2 era llevado a cabo de forma artesanal en la planta Porsche de Zuffenhausen, misma factoría de donde salieron el Mercedes 500E (un magnífico coche producto de otra fructífera colaboración) y el legendario 959. Audi además nunca ocultó que una buena parte de la excelencia lograda por este deportivo atípico se la debía a Porsche, y una muestra de ello es que el nombre de esta marca aparece en multitud de elementos del RS2, como las pinzas de frenos, las insignias que luce tanto en la parrilla delantera como en la parte posterior o el claramente visible “Powered by Porsche” estampado en el motor (salvando las distancias, caso similar al “System Porsche” de lucían los Seat).
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